martes, 17 de mayo de 2016

No buscan entender su mensaje



En los últimos días, el Papa Francisco ha sido objeto de abundantes críticas en su país, nuestro país, la Argentina. Esta ola de reproches al Santo Padre llega en el marco de un nuevo gobierno nacional que parece algo alejado de todo lo relativo a la Doctrina Social de la Iglesia.
La cuestión es el porqué de la lluvia de ataques hacia Su Santidad. Y la realidad nos indica que la relación entre la gestión de Mauricio Macri y el Vaticano no pasa por su mejor momento, más aún cuando desde el Gobierno Nacional parecen intentar deslegitimar la inmensa labor de un líder mundial que pone en riesgo el plan económico neoliberal que se quiere imponer.
Así como lo hizo en su momento el kirchnerismo, el macrismo es ahora quien eligió a Jorge Bergoglio como un objetivo hacia el cual apuntar. El ensañamiento de distintos actores relacionados al PRO para con el ex Arzobispo de Buenos Aires denota que evidentemente hay una clara estrategia política que no busca otra cosa que desprestigiar.
El Papa Francisco aparece en todo el mundo como una figura de una relevancia extraordinaria, además de ser reconocido mundialmente como un símbolo de paz en un planeta absolutamente corrompido por la violencia que genera dolor. Es insoslayable que Francisco ha logrado hitos que quedarán en la historia, como son el acercamiento entre Estados Unidos y Cuba, el principio de acuerdo de paz entre Colombia y las FARC, el reencuentro entre la Iglesia Católica y la Ortodoxa después de unos 1000 años de distanciamiento, su prédica en favor de los refugiados y su derecho a vivir dignamente, etc.
Entonces, ¿cómo hace el macrismo para confrontar con una figura de esta índole que predica en contraposición con el sistema económico que busca imponer? La respuesta parece estar a la vista: injuriarlo y mostrarlo como un símbolo de corrupción. Sí, justo a él, que levantó y levanta su voz en todo momento contra los gobiernos que lastimaron y lastiman a sus pueblos.
Es evidente que al Gobierno le sirve seguir el juego de esa antinomia que se ha dado a llamar “la grieta”, la cual se sigue fabricando todos los días. Y la mejor solución que se le ocurre al oficialismo para neutralizar la figura de Francisco es ponerlo del otro lado, como si se tratara de un defensor de los múltiples hechos de corrupción que se suscitaron en la década pasada (cuando Bergoglio fue muy crítico del kirchnerismo siendo Arzobispo).
Y está muy claro que el macrismo no lleva a cabo este juego porque sí, nada de eso. Es evidente que hay que distraer a la sociedad de una serie de medidas asfixiantes que se han tomado contra las clases medias y bajas en pos de la instauración de un sistema inclinado a favorecer a los sectores altos de la sociedad.
El mensaje del Papa Francisco pone en el centro de la escena la dignidad humana, y es evidente que ella no se alcanzará nunca con un gobierno corrupto ni con una gestión tendiente a procrastinar (quizás eternamente) el bienestar del pueblo en general.
Para ejemplificar cómo el mensaje del Santo Padre representa una piedra en el zapato para quienes están a cargo del Ejecutivo Nacional, es suficiente con mencionar algunas citas de Laudato Si, la encíclica de Francisco que ha puesto el foco en las desigualdades de la sociedad. Así podemos resaltar cuando el Papa dice que “tal paradigma (el tecnoeconómico) hace creer a todos que son libres mientras tengan una supuesta libertad para consumir, cuando quienes en realidad poseen la libertad son los que integran la minoría que detenta el poder económico y financiero” (párrafo 203) o cuando hace referencia a que “la deuda externa de los países pobres se ha convertido en un instrumento de control” (párrafo 52).
Queda absolutamente evidenciado en estas dos citas, aunque sea algo muy acotado, que el macrismo encuentra un enemigo dialéctico y retórico en el Papa Francisco. Y tener en contra a uno de los máximos referentes mundiales (seguramente el referente con mayor aprobación popular) puede significar un riesgo para todo el plan económico neoliberal que busca aplicar el oficialismo.
La cita mencionada sobre la deuda externa aparece como antítesis a uno de los principales ejes del plan que busca llevar a cabo el ejecutivo, que es pagarle a los fondos buitre a través de un endeudamiento récord de 16 mil millones de dólares, lo que evidentemente representa una medida que ya se ha llevado a cabo muchas veces en el mundo y siempre ha acabado con el país que toma deuda absolutamente genuflexo frente al poder financiero internacional.
Así las cosas, ante la contundencia del mensaje de Francisco, el Gobierno no ve otra opción que recurrir a la realización de una ofensiva ad hominem que busca devaluar ese mensaje atacando a la persona y no cuestionando la cosa.
Sin embargo, no es Mauricio Macri el encargado de ensuciar la figura papal, sino que esta tarea es delegada a gente cercana al Gobierno que se encarga de sembrar las dudas en la sociedad. En este sentido, Maquiavelo en “El Príncipe” señalaba que “los príncipes deben encomendar a los demás las tareas gravosas y reservarse para sí la concesión de gracias”.
Esto lo podemos ver explícitamente cuando el Presidente declara de una manera amena (como a la salida del encuentro con Francisco en Roma) y sus esbirros son quienes se encargan del trabajo sucio.
En conclusión, es de suma importancia acompañar la tarea evangelizadora del Papa Francisco y responder sin recurrir a ningún tipo de bajezas todos los cuestionamientos que se hacen evidentemente con dolo e intención. Lo que queda igualmente claro, es que el problema no es con el Sumo Pontífice, sino que el problema es con su mensaje.
Igualmente, y en concordancia con las enseñanzas del Santo Padre, desde Parresía seguiremos abogando por la concordia y esperando que los gobernantes de nuestro país den un giro de 180 grados y comiencen a aplicar el mensaje dignificante que ha llevado el Papa Francisco por todo el mundo desde aquel iluminado 13 de marzo de 2013.
Hay quienes dicen que nadie es profeta en su tierra. No sabemos si es cierto. Sí sabemos que seguiremos llevando el mensaje de Francisco para que nuestro país no quede apartado del proceso de paz que él representa. 

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