En los últimos días, el Papa
Francisco ha sido objeto de abundantes críticas en su país, nuestro país, la Argentina. Esta
ola de reproches al Santo Padre llega en el marco de un nuevo gobierno nacional
que parece algo alejado de todo lo relativo a la Doctrina Social de
la Iglesia.
La cuestión es el porqué de la lluvia
de ataques hacia Su Santidad. Y la realidad nos indica que la relación entre la
gestión de Mauricio Macri y el Vaticano no pasa por su mejor momento, más aún
cuando desde el Gobierno Nacional parecen intentar deslegitimar la inmensa
labor de un líder mundial que pone en riesgo el plan económico neoliberal que
se quiere imponer.
Así como lo hizo en su momento el
kirchnerismo, el macrismo es ahora quien eligió a Jorge Bergoglio como un
objetivo hacia el cual apuntar. El ensañamiento de distintos actores
relacionados al PRO para con el ex Arzobispo de Buenos Aires denota que
evidentemente hay una clara estrategia política que no busca otra cosa que
desprestigiar.
El Papa Francisco aparece en todo el
mundo como una figura de una relevancia extraordinaria, además de ser
reconocido mundialmente como un símbolo de paz en un planeta absolutamente corrompido
por la violencia que genera dolor. Es insoslayable que Francisco ha logrado
hitos que quedarán en la historia, como son el acercamiento entre Estados
Unidos y Cuba, el principio de acuerdo de paz entre Colombia y las FARC, el
reencuentro entre la
Iglesia Católica y la Ortodoxa después de unos 1000 años de
distanciamiento, su prédica en favor de los refugiados y su derecho a vivir
dignamente, etc.
Entonces, ¿cómo hace el macrismo para
confrontar con una figura de esta índole que predica en contraposición con el
sistema económico que busca imponer? La respuesta parece estar a la vista:
injuriarlo y mostrarlo como un símbolo de corrupción. Sí, justo a él, que
levantó y levanta su voz en todo momento contra los gobiernos que lastimaron y
lastiman a sus pueblos.
Es evidente que al Gobierno le sirve
seguir el juego de esa antinomia que se ha dado a llamar “la grieta”, la cual
se sigue fabricando todos los días. Y la mejor solución que se le ocurre al
oficialismo para neutralizar la figura de Francisco es ponerlo del otro lado,
como si se tratara de un defensor de los múltiples hechos de corrupción que se
suscitaron en la década pasada (cuando Bergoglio fue muy crítico del
kirchnerismo siendo Arzobispo).
Y está muy claro que el macrismo no
lleva a cabo este juego porque sí, nada de eso. Es evidente que hay que
distraer a la sociedad de una serie de medidas asfixiantes que se han tomado
contra las clases medias y bajas en pos de la instauración de un sistema
inclinado a favorecer a los sectores altos de la sociedad.
El mensaje del Papa Francisco pone en
el centro de la escena la dignidad humana, y es evidente que ella no se
alcanzará nunca con un gobierno corrupto ni con una gestión tendiente a
procrastinar (quizás eternamente) el bienestar del pueblo en general.
Para ejemplificar cómo el mensaje del
Santo Padre representa una piedra en el zapato para quienes están a cargo del
Ejecutivo Nacional, es suficiente con mencionar algunas citas de Laudato Si, la
encíclica de Francisco que ha puesto el foco en las desigualdades de la
sociedad. Así podemos resaltar cuando el Papa dice que “tal paradigma (el
tecnoeconómico) hace creer a todos que son libres mientras tengan una supuesta
libertad para consumir, cuando quienes en realidad poseen la libertad son los
que integran la minoría que detenta el poder económico y financiero” (párrafo
203) o cuando hace referencia a que “la deuda externa de los países pobres se
ha convertido en un instrumento de control” (párrafo 52).
Queda absolutamente evidenciado en
estas dos citas, aunque sea algo muy acotado, que el macrismo encuentra un
enemigo dialéctico y retórico en el Papa Francisco. Y tener en contra a uno de
los máximos referentes mundiales (seguramente el referente con mayor aprobación
popular) puede significar un riesgo para todo el plan económico neoliberal que
busca aplicar el oficialismo.
La cita mencionada sobre la deuda
externa aparece como antítesis a uno de los principales ejes del plan que busca
llevar a cabo el ejecutivo, que es pagarle a los fondos buitre a través de un
endeudamiento récord de 16 mil millones de dólares, lo que evidentemente
representa una medida que ya se ha llevado a cabo muchas veces en el mundo y
siempre ha acabado con el país que toma deuda absolutamente genuflexo frente al
poder financiero internacional.
Así las cosas, ante la contundencia
del mensaje de Francisco, el Gobierno no ve otra opción que recurrir a la
realización de una ofensiva ad hominem que busca devaluar ese mensaje atacando
a la persona y no cuestionando la cosa.
Sin embargo, no es Mauricio Macri el
encargado de ensuciar la figura papal, sino que esta tarea es delegada a gente
cercana al Gobierno que se encarga de sembrar las dudas en la sociedad. En este
sentido, Maquiavelo en “El Príncipe” señalaba que “los príncipes deben
encomendar a los demás las tareas gravosas y reservarse para sí la concesión de
gracias”.
Esto lo podemos ver explícitamente cuando el Presidente declara de una manera amena (como a la salida del encuentro con Francisco en Roma) y sus esbirros son quienes se encargan del trabajo sucio.
Esto lo podemos ver explícitamente cuando el Presidente declara de una manera amena (como a la salida del encuentro con Francisco en Roma) y sus esbirros son quienes se encargan del trabajo sucio.
En conclusión, es de suma importancia
acompañar la tarea evangelizadora del Papa Francisco y responder sin recurrir a
ningún tipo de bajezas todos los cuestionamientos que se hacen evidentemente
con dolo e intención. Lo que queda igualmente claro, es que el problema no es
con el Sumo Pontífice, sino que el problema es con su mensaje.
Igualmente, y en concordancia con las
enseñanzas del Santo Padre, desde Parresía seguiremos abogando por la concordia
y esperando que los gobernantes de nuestro país den un giro de 180 grados y
comiencen a aplicar el mensaje dignificante que ha llevado el Papa Francisco
por todo el mundo desde aquel iluminado 13 de marzo de 2013.
Hay
quienes dicen que nadie es profeta en su tierra. No sabemos si es cierto. Sí
sabemos que seguiremos llevando el mensaje de Francisco para que nuestro país
no quede apartado del proceso de paz que él representa.
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